Imagina por un momento. Tal vez lo hayas olvidado, pero hubo una época en la que tenías la capacidad de imaginar casi cualquier cosa. Recuerda cuando tu mente era un lienzo en blanco, sin filtros ni creencias que te limitaran. En ese entonces, dejabas volar tu imaginación sin restricciones, eras libre de explorar tus sueños y fantasías. Jugabas a ser algo, a convertirte en algo más grande que tú mismo. Simplemente jugabas a «ser».
¿Qué sucedió en el camino?
¿Qué te dijeron?
¿En qué creíste?
¿Qué diste por sentado?
Pero sobre todo: ¿con qué propósito? ¿Para dejar de «ser»? ¿Para convertirte en algo más? ¿Para ajustarte a una «educación»?
Y ahora: ¿por qué crees que no puedes cambiarlo?
Son solo preguntas. Preguntas que podrían llevarte a justificar tus respuestas a través de «peros», conformismo o aceptación.
Imagina qué habría sucedido si a pesar de lo rebelde que eras en tu juventud, también te hubieras rebelado contra aquello en lo que creíste y diste por sentado. Imagina dónde estarías ahora si hubieras desafiado esas creencias que te limitaron.
¿Qué oportunidades habrías explorado?
Esas son preguntas que solo tú puedes responder.
La respuesta no reside en un milagro que caerá del cielo, una fórmula mágica o alguien o algo que te ofrezca la solución instantánea. El verdadero cambio radica en que seas capaz de cuestionar todas esas respuestas que en su momento no cuestionaste por alguna razón, las consideraste válidas y te llevaron a «ser» algo o alguien que no deseabas.